CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

26 enero 2006

LA IGUALDAD NO ES NECESARIA

¿Se han parado a considerar alguna vez por qué juzgamos la igualdad entre las personas como un bien necesario, imprescindible? Algo no funciona bien, porque por naturaleza las personas no somos iguales; ni al nacer, ni al vivir, ni al morir. Unas son más inteligentes que otras; hay gente de un nivel económico bajo, pero que abre paso y triunfa en la vida, mientras una persona rica se arruina malgastando su herencia. Hay feos y guapos, feas y guapas, gordas y gordos; felices y alegres, o tristes y gafes; unos tienen más suerte en la vida, en otros, su existencia es un desastre. Además, observamos que el mundo, animal, vegetal, está lleno de desigualdades. Y no son obviedades sin importancia; afectan decisivamente a la psique personal y a las relaciones sociales; incluso al propio cuerpo.
Sin embargo hay cuestiones de desigualdad que claman al cielo. Desigualdad que causa la enfermedad, el hambre, la ignorancia, la muerte en millones de personas. ¿En qué quedamos, entonces? Me explicaré. Una actitud honrada lleva al ser humano a considerar a todas las mujeres y hombres que pueblan la tierra, como sus iguales: no hay razas ni dignidades inferiores; por eso se establecen Derechos Humanos, la igualdad ante la Ley, diversos mecanismos de amparo para proteger, ayudar, promocionar al que, en justicia, debiera gozar de una vida digna... Claro: todos somos iguales. ¿Pero qué pasa? Pues pasa lo que pasa. Estamos al cabo de la calle: el egoísmo, primero personal, después colectivo y la corrupción de muchos, ahoga a países enteros durante siglos.
Ante esta lacra, verdaderamente vergonzosa para los países occidentales, se tiende a ponerle remedio, faltaría más. Pero, cuidado, el ser humano es un ser individual, único, irrepetible. En aras de la igualdad se puede caer en el igualitarismo, palabra de contenido negativo, pero que ya está comenzando a tener carta de naturaleza: iguales en todo: en la manera de vestir, de pensar, de hablar, de divertirse... Es un extraño mimetismo que, si uno quiere someterse a él, bien. Pero si no, hay que estar alerta, porque ya está sucediendo; y se llama pérdida de libertad. Ah, y no confundamos el orden con el igualitarismo, que es como un ejército uniformado y en formación.
Y como “Lo mejor es enemigo de lo bueno..."
Zimon de Elea