CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

02 marzo 2006

APROBADO GENERAL

Esta es la primera de mis ZIMONADAS sobre la educación. Pretendo ser optimista al escribirlas, y no tratar hasta la extenuación los complicados puntos del grave problema que es el fracaso escolar y, en general, la conducta de nuestros adolescentes en los centros educativos. Simplemente me limitaré a contar con cierto orden, mis experiencias positivas en el mundo de la Enseñanza, tras casi veinticinco años de docencia. También ha habido momentos amargos, pero esos me los callo. Ahora se trata de animar al “personal” con estos - así lo espero – útiles consejos para reflexionar.

LA VERDAD, Y NADA MÁS QUE LA VERDAD

No sé si está más desorientado un alumno, por ejemplo de Bachillerato, o un profesor. Lo que sí estoy en condiciones de afirmar es, que el cuerpo docente, hablando en líneas generales, está llegando a un grado de perplejidad, desánimo y miedo sin precedentes. Y lo malo es que los perjudicados no son sólo ellos. Los alumnos suspenden a mansalva.
¿El fracaso escolar está de moda? ¿O lo que está de moda es hablar de él?
Se puede afirmar que a mediados del siglo XX la obligatoriedad de ciertos estudios reglados, y en ciertas zonas del Globo, ha sido una de las grandes victorias sociales. Pero este dato debe hacernos sospechar que, al ser el flujo de estudiantes muy elevado, la masificación lleva consigo el peligro de que muchos estén en condiciones de fracasar. Se podría decir que es cuestión de estadística: los últimos estudios al respecto revelan que el 60% de los alumnos entre doce y dieciséis años no tienen ninguna motivación para el estudio; y un 15% carece de capacidad. Ello no debe esgrimirse como excusa, pero sí es verdad que el profesorado en la actualidad se encuentra ante un proceloso mar compuesto por un 75% de educandos, a los que debe acometer con su ciencia y experiencia.
Pongámosle marco, pues, a esta primera idea. Sí, existe un preocupante fracaso escolar. Aunque se puede afirmar que los estudiantes saben cosas, pero no saben el por qué ni el para qué. Pero, repito, ¿es porque se han masificado las aulas? ¿O porque la obligación, el esfuerzo, inspiran rechazo? Ése es, desde luego, parte del problema. Pero, así como a los estudiantes de medicina se procura enseñárseles que no hay enfermedades, sino enfermos, con el fin de llegar a la “Excelencia” en su futuro trabajo, de la misma manera habría que aplicar el criterio a la Enseñanza en su globalidad: debería afirmase: no existen cursos, sino alumnos; o no existen asignaturas sino alumnos; o, no existen asignaturas sino profesores. Esto debe ser así porque cada centro de enseñanza “es un mundo”, cada curso de alumnos “es un mundo”, cada alumno “es un mundo” y cada profesor “es un mundo”.
Asentada esta premisa, habrá que afirmar a continuación que es perverso globalizar el fracaso escolar y dictar disposiciones conducentes a extinguirlo o, por lo menos, a bajarlo a un decoroso porcentaje. Asunto éste de moda, utilizado políticamente para inquietud de docentes, padres y alumnos y, casi siempre con muy poca fortuna. Pero en el fondo… sí. Desde luego: es aconsejable ser partidario de las grandes directrices a este respecto, incluso a una feroz inspección por parte del Ministerio o Consejería. Sin embargo hay muchos aspectos más importantes a tener en cuenta. Es lo que me propongo decir en estos comentarios, para que padres y profesores puedan subsistir y formar a sus hijos o alumnos, independientemente del Gobierno de Turno.
Vamos a entrar en “esos mundos” de las relaciones entre padres, hijos, centro docente, para ver qué hay de común entre ellos; de manera que estas líneas sirvan de orientación a profesores, padres y alumnos desesperados, desanimados, malhumorados... ¡Y optimistas ante el futuro!
Zimon de Elea