CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

02 octubre 2007

EL PEDAL DE LA TELE

No he visto hipocresía mayor: todas las autoridades de todos los países convienen en la necesidad de controlar benefactoramente el uso de la televisión, Internet, videojuegos..., de nuestros hijos. Y, sin embargo, muy pocos cumplen la multitud de normativas, consejos... que se dan al respecto.

Lo peor es que estamos hablando de un problema que comenzó a detectarse a finales de los cincuenta del pasado siglo, y provocó profundos estudios de psicólogos, pedagogos, implicándose también los gobiernos de los países desarrollados.

Como se ha hecho poco caso a esta multitud de advertencias, el problema ha cronificado. Muy pocas personas se auto controlan, ni siguen el consejo (dado desde los primeros estudios sobre el tema) de anteponer un clima familiar estable, al uso de la tele. Prácticamente, la receta de más enjundia de los estudiosos todos estos años, se encamina a demandar de la familia (la tradicional) que propicie un uso razonable de la tele y las nuevas tecnologías, de nuestros hijos.

De acuerdo, pero si la familia, como sociedad originaria y núcleo de la sociedad está siendo atacada, vituperada y puesta en solfa, ¿cómo las mismas personas tienen el morro de hacer caer esa responsabilidad en ese importantísimo núcleo social que, por cierto, cuenta cada vez con menos medios y menos influencia?

Algo similar ocurre con el consumo de drogas entre adolescentes. También de acuerdo; es lógico que la familia juegue un papel preponderante. Pero una familia (hablo en abstracto) reconocida por la sociedad, jugando el papel tan importante que tiene, dotándola de medios materiales: ayudas familiares, trabajos de media jornada...

Todo parece muy congruente, ¿no? Pero si resulta que es el Estado el que pretende dominar a sus ciudadanos; desde darles la vida hasta procurarles la muerte; educar según su patrón ideológico y, en definitiva, tener como cautivos a sus gobernados, vuelvo a repetir: ¿cómo se tiene la cara dura de clamar por la familia, si lo que se persigue es un Estado totalitario, intervensionista, dueño y señor de todo?