CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

11 julio 2007

LO QUE PENSARÁN DE NOSOTROS DENTRO DE UNOS POCOS SIGLOS

El aborto, mírese por donde se mire, es un crimen execrable. Y lo malo es que en nuestro mundo ha tomado carta de naturaleza, es decir, la mayoría de las personas lo consideran un mal menor, una necesidad de protección de la mujer, control de los ritmos de crecimiento de la población...

Lo que dicen las estadísticas de las distintas organizaciones internacionales o la de países concretos, es que el asunto del control de la natalidad por medio del aborto se les está escapando de las manos. ¿Y por qué? Porque las medidas anticonceptivas fallan. Es un dato, que en el 2006 el Reino Unido, por ejemplo, ha superado los 200.000 abortos, con un llamativo crecimiento del 3,9%. Y el 35 por mil de abortos corresponden a chicas de 19 años. Y no sólo eso: entre los 15 y 19 años abortaron 40.244 adolescentes; y 4.000 de ellas menores de 16 años, que es la edad mínima de consentimiento para tener relaciones sexuales, según las leyes inglesas.

Los políticos y organizaciones de diverso tipo están que se tiran de los pelos. Según el Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos del Reino Unido, muestran “un fracaso al tratar de los embarazos no planeados, particularmente en mujeres jóvenes”, así como “un grave problema de salud pública y un fracaso de la medicina preventiva”.

Ni la píldora del día siguiente ha podido frenar esta escalada. Y es que hace unos días el Independent Advisory Group (IAG) on Sexual Health and HIV, organismo financiado por el gobierno británico, publicó un informe, en el que señalaba que los adolescentes ingleses se encuentran en una crisis sexual estimulada por una “cultura de la celebridad”, que justifica el uso y abuso de drogas y alcohol, y la promiscuidad, a través de los medios de comunicación específicamente dirigidos a ellos.

Y claro, así no hay quien aguante. No hay ideas. Ni soluciones convincentes o, por lo menos, eficaces. Llevamos muchos años así.

Quizá si nos planteáramos pensar sobre la dignidad del ser humano; el famoso “quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos”, surgiría una antropología basada en verdaderos valores... Y así todo, tendrá que pasar mucho tiempo.

Juan Carlos Eizaguirre
6.7.07