CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

10 junio 2009

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

Tuve yo un alumno, en el antiguo BUP y COU, muy brillante, con sobresalientes en casi todas las asignaturas. Hizo las oposiciones a judicaturas y fiscalías. Iba muy bien preparado, según su preparador. Le suspendieron la primera vez. Bueno, parecía lógico: siendo la primera… Pero lo mismo sucedió en la segunda y tercera ocasión. Se desanimó y se puso a trabajar como abogado; le van las cosas muy bien. Era una persona con mucho sentido común y capacidad de discernimiento; laborioso e inteligente, excelente orador. Todas estas cualidades le han servido para convertirse en un buen abogado; y posiblemente hubiera sido un notable juez, pero las inexorables oposiciones, en las que te juegas todo a una carta, se lo impidieron.
Siempre he pensado: ¿cómo aprende un juez a ser juez? También me lo he planteado en otras profesiones. Pero en el caso que no ocupa: ¿cómo? Yo creo que la respuesta está en “patos al agua”; el que tenga mayor instinto progresará en la carrera judicial, entendiendo por instinto, cualidades profesionales y carácter, que le posibilitan desempeñar su trabajo con brillantez.
Por eso me he llevado una decepción con la resolución o sentencia (no sé cuál es el término adecuado) del Tribunal Supremo sobre la Objeción de Conciencia respecto a la asignatura Educación para la Ciudadanía. Me ha parecido un no querer “mojarse”, una ley eslalon, en la que de primeras se niega el derecho a la objeción para después admitirlo de tapadillo, diciendo que hay que cambiar algunos de los contenidos de los programas y que a eso sí tienen derecho los padres, los cuales quedan a los pies de los caballos.