CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

06 marzo 2006

PROYECCIÓN Y EMPATÍA (2)

Si se tienen malas intenciones, todo en esta vida se puede torcer. ¿Recuerdan lo estupendo que era poseer un poco de “empatía” para las relaciones humanas? Y cómo, en su momento, veíamos la “proyección” como algo por lo menos a examinar, sino a evitar, de nuestro carácter? ¿Por qué evitar la proyección? Pues porque tiende a distorsionar la libertad de las personas que tratamos, creyendo (a veces sin darnos cuenta) que todas deben sentir igual, pensar igual, tener los mismos gustos y aficiones..., cuando en realidad somos manifiestamente distintos. Pero se ha introducido en nuestra cultura algo del “políticamente correcto”. Parece que disentir, fuera de unos márgenes trazados por no se sabe quién, es algo trasnochado, represor. ¿Nos hemos parado a pensar cuántas de nuestras opiniones son propias?: ¿Fruto del pensar, del charlar sosegadamente con un grupo de personas, de leer el periódico con espíritu crítico, etc. etc.?
Sigamos el razonamiento: si la “empatía” da un traspiés con esa tendencia a tener una actitud dominante respecto a los que nos rodean, se vuelve contra nosotros, causará estragos en nuestra psique y en nuestras relaciones sociales. Me explico: si yo advierto algo habitual en otros, trataré de comportarme como ellos, para no indisponerles conmigo.
Un claro ejemplo. No hay que ser un experto analista en cuestiones sociales para afirmar que en nuestra sociedad se miente mucho. La tendencia a excusarse, hacer un negocio, asistir a un juicio, vender una mercancía, presentar las calificaciones académicas en casa, etc. etc. mintiendo, no puede negarla nadie. Y lo malo es que el no decir la verdad (que todos consideramos más honorable que mentir) tiene una amplia aceptación social: “Tú me dices una cosa, y yo sé que me estás mintiendo porque te conviene. Y de la misma forma yo te meto otra bola, sabiendo perfectamente que tu tienes la certeza de que no es verdad. Así funcionamos: en la política local, regional o nacional; en los negocios, el la familia (¡QUÉ DESASTRE!), en la escuela, en las relaciones sociales, incluso con amigos. ¡NOS HEMOS CANSADO DE DECIR LA VERDAD! "Total, pensamos, no me van a creer". Eso es un proyección negativa.
Zimon de Elea