CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

14 junio 2007

Y por fin, para el que haya querido seguirme en mis argumentos de APROBADO GENERAL, el objeto de nuestros desvelos: ellas o ellos.

Alumno que has tenido la paciencia de leer estas páginas. No puedes hacer lo que te dé la gana. La vida no funciona así. Entiéndeme, puedes hacer lo que quieras: eres libre; pero debes moderarte. En realidad se os pide una cosa muy difícil: que seáis maduros cuando, por ley de vida - niños o jóvenes -, no lo podéis ser. Os encontráis ante una feroz y trasnochada disyuntiva: obedecer a los mayores o mandarles que les den... lo que queráis. Esto de la obediencia es muy gracioso. Cuanto más adulto se es, más se está atado por ella: en el trabajo, en la familia, en las relaciones sociales... Un adulto podría no ser obediente y vivir su vida: los hay, pero no son bien aceptados por la sociedad. ¿Sabéis por qué obedece un adulto? Porque posee experiencia de la vida; y ésta le ha enseñado que si no es disciplinado, que si no respeta a los demás... ni tan siquiera tendrá un hogar donde ser feliz, ni será bien considerado por sus amigos o vecinos: “ahí va el chulo del barrio”, dirán, porque hace lo que le viene en gana.

El siguiente eslabón del argumento es este: si no tengo edad para ser maduro, y quieren mis
padres y educadores que me comporte maduramente, ¿qué hago? Pues hacer lo contrario de lo que te pide el cuerpo. En este caso te pide hacer lo que según tu corta experiencia debes hacer, mandando a la porra a todos y a todo... Pues no: lo contrario: fiarse de la experiencia de los adultos; y esto no se lo pide el cuerpo ni a los adultos. ¿Por qué? Porque nos gusta comportarnos según nuestro criterio: la experiencia, si no es propia no nos gusta. ¿Voy a hacer esto porque tú lo dices? ¿Basándome en tú experiencia, y desoyendo los dictados de mi razón, aunque sea inmadura? Pues sí; eso es lo que hay que hacer. En ese instante comienza uno a adentrarse en la madurez.
Pruébalo, y verás como es cierto.
Juan Carlos Eizaguirre