CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

22 junio 2007

EL INTRÍNGULIS DEL ESFUERZO

Sería de memos escribir un libro de auto ayuda y afirmar que se puede aprender sin esfuerzo. Nada hay en la vida que se consiga sin esfuerzo. Se equivoca lamentablemente quien diga lo contrario. Lo que pasa es que, ante la repetición de esfuerzos, nace el hábito, es decir esa capacidad de estar en forma para acometer determinadas acciones. El ejemplo típico lo vemos en los deportistas: en cómo dependen de sus entrenamientos, alimentación y modo de vida, para conseguir la victoria final.

Por tanto, el que siga adelante con estas líneas deberá convencerse, si no lo está ya, de que para aprobar hay que esforzarse, tanto el alumno como el profesor, o la familia.

Comencemos con la familia.

Muchos padres se excusan con la consabida frase de: “nadie nos ha enseñado a ser padres”; y, aparte de preocuparse y reñir con más o menos vehemencia a los hijos, depositan todas sus esperanzas en el Centro Docente, personalizado en algún profesor, o confiando en el prestigio de la Institución, como si fuera un santuario milagroso.
No debe ser así. Hay que afirmar que los padres son los primeros educadores de sus hijos, no sólo en tiempo, sino en grado de importancia.
Veamos esto más detenidamente.
No es cierta la afirmación anterior: “nadie nos ha enseñado a ser padres”. Primero porque hay un no sé qué intuitivo para unos, gracia del cargo, para otros, que, si el matrimonio se empeña, sabrá educar a sus hijos desde los primeros meses, y sabrán intervenir con autoridad y mano izquierda cuando el curso de la vida lleve a sus hijos a depender de maestros y educadores. Claro está que hay que presuponer una armonía en el matrimonio; de lo contrario las discusiones y desplantes aflorarán enseguida. Incluso aunque la pareja se note que le falta “química”, que no están seguros de su futuro, no importa. Es fácil decir esto. Pero añado: por los hijos. ¿No vamos ni siquiera a disimular por los hijos que son, todavía, un melón por calar? ¡Cuánto trauma, cuánta tristeza y dolor, he visto reflejada en rostros de jóvenes, cuyos padres no tienen la educación de los hijos como tarea principal!
Además, existen muchas organizaciones, incluidos los Institutos y Colegios, que organizan cursillos, escuelas, charlas, y un sinfín de actividades para padres primerizos, entendiendo que un matrimonio lo componen padres primerizos, prácticamente hasta que el hijo o la hija, se casan, y se van de casa. Y aun y todo, también después: se convierten en abuelos primerizos. Por tanto no es de extrañar que acudan a aquellos cursillos o seminarios, matrimonios veteranos a los que se les ha desmandado un hijo de dieciocho años, por ejemplo. Por tanto repito: si unos padres quieren ayuda para educar a los hijos, la tienen a la vuelta de la esquina; por no mencionar la abundantísima, eficaz y sencilla literatura al respecto.