CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

26 abril 2006

APROBADO GENERAL (5). LOS PROFESORES

Enlazando con mi anterior intervención, habría ahora que abordar el tema de la vocación profesional. ¡Hay tanta gente en el ámbito profesional que no está en su sitio...! Eso es malo; pero cuando la desubicación entra en los lindes de la Enseñanza, es peor todavía. El profesor no es un trabajador que manipula tornillos, ni despacha gente en una ventanilla; su material de trabajo son personas. Hombres y mujeres sin hacer; barro blando que pueden moldear a su antojo, consciente o inconscientemente. Bien es verdad que, en muchas ocasiones, un bisoño enseñante con pocas capacidades y menos ilusión por dedicarse a la enseñanza, descubre, con el paso del tiempo, aspectos gratificantes en su trabajo: le gusta lo que enseña, aprecia a sus alumnos... En definitiva la vocación profesional se ha abierto paso. El trabajo de ese profesor no es un reducto, del cual depende su economía familiar, es un jirón de su vida en el que se encuentra satisfecho.
Esto último que acabo de decir es bonito, pero no deja de ser una pena el hecho de que se dediquen a esta importante profesión algunas personas sin vocación, que acuden a este reducto porque no encuentran otra cosa. Y aquí sufre todo el mundo: primero ellos, pero también alumnos y padres. Es cierta esta especie de historieta: en los primeros años, un profesor enseña lo que no sabe; en los siguientes enseña lo que sabe; y al final de su periplo profesional enseña lo que deben saber los alumnos. Y todo esto lo afirmo con la espada de Damocles pendiendo: la enseñanza, por lo menos en ESO, Bachillerato y Formación Profesional, se ha convertido en una profesión de riesgo.
Hasta ahora sólo he planteado un problema. ¿Ofrezco alguna solución? Bueno, sí. Pero dejando sentado que siempre habrá grados en la vocación de las personas que se dedican a la enseñanza; lo mismo que habrá grados en su capacidad, brillantez y ciencia.

¿PERO CÓMO ES POSIBLE? ¿Cómo es posible que una profesión tan importante esté tan poco considerada socialmente? Porque de hecho es así. Eso está claro. No hay que esgrimir ningún argumento. Opino que es complicarse la existencia intentar dar un giro a este tema que la sociedad, desde siempre, ha juzgado así. La verdad, lo único que se me ocurre es ir a la consideración social por el camino del dinero. Es decir, que las gratificaciones por este trabajo fueran tan grandes que, los verdaderos enseñantes - que se dedican a otra cosa -, tomaran el camino de la enseñanza, porque su sustento y el de su familia están asegurados holgadamente. De la mano vendría el prestigio social. Pero ello es un desideratum que no creo vean mis ojos.

Por tanto tomen en serio los consejos de mi próxima intervención, que tratan de hacer compatible la satisfación con la "subsistencia" en el trabajo.