CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

18 mayo 2006

HAMBRE Y SED

Hemos caído en una cruel indiferencia, aunque teóricamente lo neguemos y, hasta nuestros sentimientos se vean removidos. Leemos o escuchamos los datos: cuatro mil millones de personas viven en este momento en el mundo bajo el umbral de la pobreza.
¿Saben cuál es el tope económico para considerarlos así? Que esas personas, COMO MÁXIMO salen adelante con dos euros al día. Estos datos no están inflados, ni manipulados.
Gentes con la misma dignidad que yo se mueren de hambre; y lo terrible es que ese proceso no dura una corta temporada: se mueren lentamente – niños y mayores – por desnutrición. Dejemos la sanidad a un lado, que ese es otro punto terrible. La esperanza de vida en muchos países está entre los treinta y cuarenta años. ¿Y si añadimos a esa penuria, el sufrimiento moral de verse arrinconados en los “basureros” del mundo, sin ninguna esperanza?
Y lo curioso es que desde hace veinte, treinta años, se está despertando una postura solidaria activa. La proliferación de ONGs, personas que voluntariamente acuden a esos lugares de miseria, o que aportan con dinero ayudas eficaces al corto plazo. Pero todo eso es una gota en el mar. Lo mismo que hace la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas en su labor evangelizadora.
Son los Estados poderosos los que, si quisieran, en un plazo más o menos largo, podrían solucionar este y otros problemas. Pero en el fondo, a los que los representan, les importa un bledo o les parece una ardua tarea, incluyendo además la corrupción en los países receptores, para salir de “la fosa”. PERO SI SE QUIERE, SE PUEDE. Esta larga y penosa crisis se solucionaría, no por filantropía, sino por amor.