CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

31 enero 2006

LA LEY DE DEPENDENCIA EN ESPAÑA

Esta Ley, que verá la luz en los próximos meses, está encaminada a la buena atención sobre todo de ancianos, y otras personas que no se valen por sí mismas. Mary Anne Evans (Gran Bretaña, 1819-1880) fue una excelente escritora y una mujer adelantada a su tiempo, aunque no era precisamente una santa. En una de sus magníficas novelas, "Silas Marner" (1861), comenta: "Los ancianos creen que en su tiempo todo era mejor. Necesitan tener junto a ellos constantemente, gente joven que les diga que la vida sigue siendo igual". Me parece una frase aséptica, que se puede interpretar de dos formas. Atender a los mayores y cubrir sus necesidades; y por otro lado, atenderles de igual forma, pero por que les quieres. Se escucha con gran frecuencia por ejemplo: " mi madre -supongamos una viuda que vive sola- está muy bien. Por las mañanas viene una señora que le hace la casa y prepara la comida, y por las noches otra señora viene a dormir". ¡Magnífico! ¡A escuchar Radio María todo el día!, que es su único consuelo ¡Y qué decir de esas residencias públicas o privadas donde los viejos "están fenomenal".
No estoy de acuerdo con este frío planteamiento, porque los abuelos lo que quieren es ver a sus hijos y a sus nietos; y muchos de ellos vivirían muy agusto en una de sus casas y no en el antiguo piso ya vacío, hasta que aguante el cuerpo. La soledad es tremenda; es uno de los sufrimientos morales más desgarradores. Pero nos hemos acostumbrado: "aparcar" a los abuelos en sus residencias o en casa, porque son un estorbo. Lo mismo que "aparcamos" a los hijos en el colegio.
Ya sé que cuesta. A mi me costó sangre atender, estar, querer a mi madre hasta que falleció. Y ahora, sólo pernsar en lo contenta que estaba de que el hijo viniera a echar un fin de semana con ella, me produce una gran alegría. Me estremezco ante el egoísmo de nuestra civilizada Europa. Lógicamente, lo que me apetece ahora es hablar de la familia. Otro día.

Zimon de Elea

27 enero 2006

LOS MÉDICOS RECOMIENDAN DAR UN PASEO TODOS LOS DÍAS

Sí, efectivamente; a mi también me recomendó el médico andar una hora seguida todos los días... "bueno, casi mejor hora y media... y si puedes llegar a dos, mejor - se fue animando -, claro que ya, si son dos horas, lo mejor es distribuirlas entre la mañana y la tarde". Eso, pensé yo para mis adentros, encima hacer el esfuerzo de ponerme en camino dos veces al día.
Hay gente a la que le gusta; tienen esa suerte. Pero a la mayoría nos parece una terapia costosa. Sobre todo perseverar, inmunes al desaliento, mientras trancurren los días.
¿Saben por qué escribo estas líneas? Pues porque a mi, lo del paseo - me gusta llamarlo caminata - ha acabado gustándome.
Secretos: Hacer el ejercicio lo más temprano posible y desayunado. Lo óptimo es tener compañía, pero es difícil. Hay que caminar con ropa de deporte; es necesario por muchos motivos, pero el que más: nuestro cuerpo se irá poniendo en forma, y le pediremos más caña; es entonces cuando aparece el sudor, señal de que estamos segregando endorfinas relajadoras y cierto nivel de euforia.
Ahora es ya el momento de las metas: kmts por hora, distancias... Esto comienza hacer que el paso del tiempo sea más llevadero:"que se nos haga corto". ¡Y ya el vestirse de deporte para el inexorable paseo no cuesta! ¡Comienza a haber una Motivación! ¡Y además solo!
No sigo. Les prometo compartir más experiencias en este sentido.
Zimon de Elea

26 enero 2006

LA IGUALDAD NO ES NECESARIA

¿Se han parado a considerar alguna vez por qué juzgamos la igualdad entre las personas como un bien necesario, imprescindible? Algo no funciona bien, porque por naturaleza las personas no somos iguales; ni al nacer, ni al vivir, ni al morir. Unas son más inteligentes que otras; hay gente de un nivel económico bajo, pero que abre paso y triunfa en la vida, mientras una persona rica se arruina malgastando su herencia. Hay feos y guapos, feas y guapas, gordas y gordos; felices y alegres, o tristes y gafes; unos tienen más suerte en la vida, en otros, su existencia es un desastre. Además, observamos que el mundo, animal, vegetal, está lleno de desigualdades. Y no son obviedades sin importancia; afectan decisivamente a la psique personal y a las relaciones sociales; incluso al propio cuerpo.
Sin embargo hay cuestiones de desigualdad que claman al cielo. Desigualdad que causa la enfermedad, el hambre, la ignorancia, la muerte en millones de personas. ¿En qué quedamos, entonces? Me explicaré. Una actitud honrada lleva al ser humano a considerar a todas las mujeres y hombres que pueblan la tierra, como sus iguales: no hay razas ni dignidades inferiores; por eso se establecen Derechos Humanos, la igualdad ante la Ley, diversos mecanismos de amparo para proteger, ayudar, promocionar al que, en justicia, debiera gozar de una vida digna... Claro: todos somos iguales. ¿Pero qué pasa? Pues pasa lo que pasa. Estamos al cabo de la calle: el egoísmo, primero personal, después colectivo y la corrupción de muchos, ahoga a países enteros durante siglos.
Ante esta lacra, verdaderamente vergonzosa para los países occidentales, se tiende a ponerle remedio, faltaría más. Pero, cuidado, el ser humano es un ser individual, único, irrepetible. En aras de la igualdad se puede caer en el igualitarismo, palabra de contenido negativo, pero que ya está comenzando a tener carta de naturaleza: iguales en todo: en la manera de vestir, de pensar, de hablar, de divertirse... Es un extraño mimetismo que, si uno quiere someterse a él, bien. Pero si no, hay que estar alerta, porque ya está sucediendo; y se llama pérdida de libertad. Ah, y no confundamos el orden con el igualitarismo, que es como un ejército uniformado y en formación.
Y como “Lo mejor es enemigo de lo bueno..."
Zimon de Elea