CANELA FINA

Carlos E. Bilbao, 1949. Escritor. Me gusta la naturaleza; escribo sobre educación, sociedad, familia, política y literatura.

29 octubre 2007

A VUELTAS CON EUROPA

“Si Europa olvida su identidad cristiana y no tiene en cuenta la relación entre derechos humanos y moralidad, su futuro está amenazado”. Son palabras del Patriarca ruso Alexis II en Estrasburgo, pronunciadas en su discurso en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

No es que quiera lanzar malos augurios, pero el daño ya está hecho: sin duda, nuestro viejo continente va a pasar por unos siglos de alineación global. Miremos lo mal que lo hemos hecho en problemas tan cruciales, como la inmigración, el no a la vida: aborto y eutanasia; la educación... Estamos conviviendo ya con el desastre que muchos escuchan contar como si fuera una cosa del siglo que viene.

“La ruptura entre derechos humanos y moralidad amenaza a la civilización europea. Lo comprobamos en una generación de derechos que contradice la moralidad, y en el modo que los derechos humanos son utilizados para justificar una conducta inmoral”.

19 octubre 2007

CUIDADOS PARA TODOS LOS NASCITURUS

Acaba de ser noticia la operación intrauterina de un bebé de seis semanas. Todo un éxito, desde luego, para el hospital barcelonés que la ha llevado a cabo.
A la pobre criatura se le había enganchado una pierna a causa de su posición fetal, que corría el riesgo de gangrenarse por falta de riego.

Y yo me pregunto, ¿ por qué no son todos los fetos – vida efectiva emergente – considerados como esta afortunada niña de Barcelona de sólo seis semanas?

Me parece que hay mucha hipocresía: lo fundamental no era salvar una vida, sino experimentar una nueva técnica quirúrgica. Ya lo sé: se ha salvado una vida; pero no era esa la primera intención.

08 octubre 2007

A VUELTAS CON LA EMPATÍA

La empatía es una cualidad muy importante de la persona. Pero todos los que la poseen se encuentran en un terreno algo resbaladizo. La disposición personal habitual de ponerme en la situación de los demás (que eso es la empatía), puede acarrear muchos sinsabores cuando nuestro interés se topa con el sufrimiento de otras personas. Es entonces cuando se sufre con ellas o por ellas. Sin embargo, la certeza de estar contemplando, haciendo, ayudando en algo noble, dulcifica el sabor a hiel que provoca ver sufrir a otros

Es bueno que las gentes con esta tendencia altruista se conozcan bien, precisamente para dominar su impulso y ponerse en el lugar del otro de una manera comedida. No es el natural egoísmo, es simple subsistencia. Lo que sí es atroz es negar con los hechos la existencia de los padecimientos del otro. “Ir cada uno a su bola”.

Este egoísmo, cuando le ponemos el prefijo macro, es el que provoca las actuales desigualdades materiales y morales de nuestro mundo. Es decir, la empatía (o llámese amor) queda sofocada, y no por un grupo selectivo de personas; continentes enteros son capaces de desoír la llamada de ayuda de otros países. Estoy hablando del Tercer Mundo, del Segundo Mundo, del Primer Mundo; de los inmigrantes, de las guerras, del hambre en todos los sentidos...

¿Solución? Convicciones personales; no dejarse arrastrar por lo políticamente correcto; y ponerse en marcha. No hay otras soluciones.

02 octubre 2007

EL PEDAL DE LA TELE

No he visto hipocresía mayor: todas las autoridades de todos los países convienen en la necesidad de controlar benefactoramente el uso de la televisión, Internet, videojuegos..., de nuestros hijos. Y, sin embargo, muy pocos cumplen la multitud de normativas, consejos... que se dan al respecto.

Lo peor es que estamos hablando de un problema que comenzó a detectarse a finales de los cincuenta del pasado siglo, y provocó profundos estudios de psicólogos, pedagogos, implicándose también los gobiernos de los países desarrollados.

Como se ha hecho poco caso a esta multitud de advertencias, el problema ha cronificado. Muy pocas personas se auto controlan, ni siguen el consejo (dado desde los primeros estudios sobre el tema) de anteponer un clima familiar estable, al uso de la tele. Prácticamente, la receta de más enjundia de los estudiosos todos estos años, se encamina a demandar de la familia (la tradicional) que propicie un uso razonable de la tele y las nuevas tecnologías, de nuestros hijos.

De acuerdo, pero si la familia, como sociedad originaria y núcleo de la sociedad está siendo atacada, vituperada y puesta en solfa, ¿cómo las mismas personas tienen el morro de hacer caer esa responsabilidad en ese importantísimo núcleo social que, por cierto, cuenta cada vez con menos medios y menos influencia?

Algo similar ocurre con el consumo de drogas entre adolescentes. También de acuerdo; es lógico que la familia juegue un papel preponderante. Pero una familia (hablo en abstracto) reconocida por la sociedad, jugando el papel tan importante que tiene, dotándola de medios materiales: ayudas familiares, trabajos de media jornada...

Todo parece muy congruente, ¿no? Pero si resulta que es el Estado el que pretende dominar a sus ciudadanos; desde darles la vida hasta procurarles la muerte; educar según su patrón ideológico y, en definitiva, tener como cautivos a sus gobernados, vuelvo a repetir: ¿cómo se tiene la cara dura de clamar por la familia, si lo que se persigue es un Estado totalitario, intervensionista, dueño y señor de todo?